Los libros de MARIO AGUDO
Mario Agudo Villanueva, periodista especializado en historia, arqueología y patrimonio, es el fundador del blog Mediterráneo Antiguo y autor de los libros «Macedonia. La cuna de Alejandro Magno» (Dstoria Edicions) y «Palmira. La ciudad reencontrada» (Editorial Confluencias). En este artículo, Mario nos cuenta qué libros son los que más le han influenciado en su desarrollo como escritor y fundador de mediterraneoantiguo.
Es difícil echar la vista atrás para señalar algunos libros que nos hayan marcado de una manera profunda, pues cada lectura deja su impronta particular en cada uno de nosotros. En mi caso, ha influido mucho esa bipolaridad que ha definido siempre mi actividad, la de periodista profesional e historiador vocacional. Si bien es cierto que estudié periodismo y todavía lo ejerzo, también lo es que la historia me cautivó desde que era niño y mis preferencias lectoras siempre se decantaron por esa vertiente.
La búsqueda de conocimiento me impulsó a leer muy poca novela y mucho ensayo, pero, sobre todo, a acudir a las fuentes históricas, que siempre ejercieron sobre mí una atracción especial, pues acudir a ellas era como establecer un diálogo directo con el pasado. Un diálogo que habría sido más íntimo si tuviera más soltura con el latín y supiera griego. Como no es el caso, tengo que echar mano de buenas traducciones, así que le debo un agradecimiento eterno a sus autores.
Sin duda, uno de los libros que más ha marcado mi personalidad es “Meditaciones”, de Marco Aurelio. Algunas de sus reflexiones son muy aplicables a la actualidad, pues son universales y tienen que ver de lleno con la naturaleza humana y su entorno. Es una manifestación del saber más profundo. Sin duda, esta esencia, que conecta íntimamente con nosotros a pesar del tiempo transcurrido, que llama a nuestra condición de seres humanos independientemente de la época en que vivamos, es la mayor aportación de los clásicos. Tratan cuestiones que no son una moda, sino que tienen vocación de eternidad.
Sería injusto no hablar de dos obras que siempre me han apasionado y cuya lectura es indispensable, la “Ilíada” y la “Odisea”, de Homero. El despertar de la literatura, que no debe quedarse ahí, pues son mucho más que eso. Nuevamente estamos ante obras que todavía hoy tienen mucho que aportarnos. Y, para terminar con esta selección de clásicos, dos obras que responden muy bien a esa doble vocación personal, “Historia”, de Heródoto, e “Historia de la Guerra del Peloponeso”, de Tucídides. Dos estilos diferentes, dos objetivos diferentes, pero dos grandes lecturas.
Descendiendo a mis ámbitos concretos de interés, que son el mundo griego y helenístico y la historia de las religiones, son muchas las lecturas contemporáneas que me han parecido interesantes. “La rama dorada”, de Frazer, despertó en mi la chispa del estudio de la religión. Algo que he ido profundizando con el paso del tiempo y adaptando al ámbito griego. En este sentido, me parecen muy interesantes algunas obras, como “Mito y pensamiento en la Grecia Antigua” o “Los orígenes del pensamiento griego”, de Jean-Pierre Vernant; “Los griegos y lo irracional”, de Eric Dodds o el gran diccionario de Pierre Grimal, que todavía hoy utilizo de consulta.
Ya más lejos del mundo griego, pero igualmente interesantes son “Understanding early civilizations”, de Bruce Trigger y “Ritual y religión en la formación de la humanidad”, de Roy Rappaport. Para hablar de religión es indispensable acudir al simbolismo. En este sentido, hay algunas obras que me han parecido muy interesantes. “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”, de René Guénon; “Principios y métodos del arte sagrado”, de Titus Burckhardt o “El símbolo sagrado”, de Julien Ries, en diferentes planos,han sido lecturas muy provechosas.
En lo que se refiere a la historia de Grecia, en especial a la de Macedonia y el mundo helenístico, los dos ámbitos temáticos de mis libros, “Macedonia: la cuna de Alejandro Magno” y “Palmira. La ciudad reencontrada”, tenemos que volver a las fuentes históricas. Para Macedonia me basé fundamentalmente en fuentes como Heródoto, Tucídides, Jenofonte, Diodoro, Justino, Plutarco, Quinto Curcio Rufo, Flavio Arriano o Ateneo, mientras que en relación con obras modernas, son indispensables Hammond, Borza, Kalleris, Kottaridi o Hatzopoulos, por poner algunos ejemplos. En este sentido, tengo que destacar dos libros españoles, que me han ayudado mucho y a cuyos autores tengo el placer de conocer: “Alejandro Magno”, de Francisco Javier Gómez Espelosín y Antonio Guzmán Guerra y “Alejandro Magno. Rey de Macedonia y de Asia”, de Adolfo Domínguez Monedero. También me han marcado mucho artículos científicos sobre el mundo macedonio, los hay muy interesantes, pero me gustaría destacar el inmenso conocimiento de Antonio Ignacio Molina Marín y Borja Antela Bernárdez, con quien he tenido el placer de trabajar.
No me gustaría cerrar este apartado dedicado a Grecia sin mencionar dos grandes obras. “Vergina”, de Manolis Andronicos, el relato de la excavación del gran túmulo real de la antigua Egas, que tengo conservado como una reliquia en casa, ya que dispongo de una de las primeras ediciones y “Pericles”, de Claude Mossé, cuya lectura me reconcilió con la época clásica. Sería injusto si no le hiciera un hueco a Valerio Massimo Manfredi, más conocido por sus novelas, pero que nos dejó un ensayo llamado “Acrópolis” que también devoré con avidez.
Respecto a Palmira, dado que el libro tiene un triple enfoque: historia antigua, redescubrimiento en la edad contemporánea y actualidad, las fuentes utilizadas han sido diversas, desde la “Historia antigua”, una enorme obra que nos habla de los momentos de mayor crisis del Imperio, hasta las crónicas de los viajeros del siglo XVIII y XIX que se acercaron hasta la ciudad del desierto para describirla con todo detalle. Si tuviera que elegir alguno de ellos, me quedaría, por aquello de ser el primero y más documentado, con “The ruins of Palmyra, otherwise Tedmor, in the desert”, de Robert Wood.
Seguramente me he dejado por el camino a muchos libros y autores. Me vienen a la cabeza ahora otras lecturas de mi juventud que fueron claves en el despertar de mi interés por la historia, como los libros de José María Blázquez, Manuel Bendala, Julio Mangas, Carlos González Wagner, Carlos García-Gual, Fernando Quesada, Antonio Piñero, pero son tantos y tan interesantes que no habría espacio para hablar de ellos.