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Los libros de ENRIQUE SANTAMARIA

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Enrique_SantamariaENRIQUE SANTAMARIA URTIAGA estudió historia en la Universidad del Pais Vasco y en la Universidad Complutense de Madrid, especializándose en historia económica.

Aunque su actividad profesional le ha llevado por los ámbitos financiero e industrial, lo que le proporciona una perspectiva de los acontecimientos pasados diferente a la habitual en otros historiadores, nunca ha dejado de lado su vocación ni su amor por el Mundo Clásico, con especial interés en el período final de la República Romana y el inicio del Imperio. Ha colaborado en el estudio y la divulgación histórica en diferentes medios, y actualmente lo hace en el blog Tabula.

 

Cuando, tras aceptar la amable invitación de Sergio, empecé a escribir este artículo enumerando qué libros y qué autores me han influido más, me encontré, de repente, realizando un inesperado viaje hacia mi propio pasado; un recorrido por mi vida y por los libros que dejaron su impronta en cada etapa de la misma. Porque yo creo que es imposible, si eres un verdadero lector, separar la vida y los libros.

La memoria es una bolsa llena de agujeros, por los que se escapan continuamente  nuestras auténticas vivencias y por los que entra en tropel la imaginación, para llenar los huecos que van quedando. La engañamos y nos engaña, por eso siempre es preciso escuchar lo que nos cuenta con algo de escepticismo y mucha cautela.

 

Muchos años, y muchos libros, más tarde, cuando la vida me había conducido por derroteros cada vez más alejados de la historia, una mañana de primavera me encontré teniendo que esperar, por un asunto de trabajo, varias horas en un pueblo de Navarra. Desde hacía tiempo, otra edición de bolsillo, esta de la Anábasis de Jenofonte, descansaba en la guantera de mi coche, aguardando una oportunidad como aquella. Lo cogí, me dirigí a un cercano bosque de robles y, sentado a la sombra de un impresionante ejemplar varias veces centenario, empecé a leerlo. Si Homero trata de dioses y héroes, Jenofonte nos habla, sin tapujos ni modernas correcciones políticas, de hombres: de ambiciones, de valor, de envidia, de libertad y cómo manipularla, de la manera de convertir los propios intereses y temores en razones convincentes para los demás, de democracia, absolutamente directa, y de corrupción. Cuando acabé, comprendí que esa era la historia que a mí me gustaría haber estudiado.Voy a centrarme en los libros sobre el mundo clásico, para acotar el tema. Seguro que antes hubo más, pero mi primer recuerdo es para la Ilíada y la Odisea, en unos libros de colección que adquirieron mis padres y que aún conservo. Tenía doce años, y ante mí se abrió un mundo mágico; con dioses y héroes, honor y traición, fuerzas oscuras derrotadas por el valor y la astucia de los hombres. Ninguna insulsa película de Hollywood podía ofrecer algo así. Poco después, y de manos de mi padre, llegó hasta las mías una verdadera joya, un librito de bolsillo que, quizás, sea el que más a influido en mi como escritor. “Un corresponsal en la Guerra de Troya” de Fernando Díaz-Plaja. En él, un improbable corresponsal de un periódico llamado “La Voz de Tartessos” iba narrando, en forma de una sucesión de crónicas, los avatares de la campaña, con humor fino, mirada crítica, y grandes dosis de sentido común. En su narración la economía vapuleaba al honor sin contemplaciones, y los supuestos héroes se convertían en unos tipos cuanto menos bastante  poco recomendables, corroídos por todas las ambiciones y vicios humanos que trataban de ocultar tras dioses, patrias y honras. Mientras escribo esto he vuelto a cogerlo de la librería, desencuadernado, con sus páginas oscurecidas por el uso y el tiempo, y no he podido evitar sonreír.
Pero voy a abreviar y a darles una lista, que, a fin de cuentas, es lo que se me pide.

Entre las fuentes clásicas, siempre, Cicerón, sus cartas y sus alegatos judiciales no tienen precio. Pero un consejo, no crean todo lo que dice; era abogado, y además del peor tipo posible: un abogado-político.  Entre los historiadores antiguos, Tito Livio escribía para el poder, pero tras la versión oficial, a la que se adhiere siempre de la forma más grandilocuente, desliza hábilmente los datos que permiten cuestionarla. También me gusta Dion Casio, por atreverse a opinar y a abandonar la senda mercada. Muy criticado por la historiografía anglo-sajona (y sus innumerables voceadores patrios) por no compartir la visión idílica de los pueblos de norte trasmitida por su queridísimo Tácito, todas sus afirmaciones más denostadas han ido siendo confirmadas por la arqueología.
¿Historiadores actuales? No quiero citar a ningún anglo-sajón, que bastante propaganda se hacen a sí mismo —bueno, quizás a Tom Holland, por ser un excelente y honesto divulgador y por lo bien que escribe, demostrando que la historia puede ser amena—.  En cuanto a los patrios, al negarme a  mencionar a autores anglosajones me sentiría incómodo si citara a la mayoría de nuestras “Vacas Sagradas”, ya que sus libros son, en general, refritos de estudios y publicaciones yanquis o inglesas, sin la habilidad narrativa de estos y redactados en un leguaje salpicado de arcaísmos con el que pretenden darles un distinguido toque académico. Hay excepciones, unas cuantas, y mencionaré a dos, que escriben historia por sí mismo, ofreciéndonos sus propios estudios y opiniones: Juan Luis Posadas, cuyo libro Las mujeres de la dinastía Julio-Claudia resulta imprescindible para cualquiera que quiera comprender ese periodo de transición entre la republica y la monarquía llamado “El Principado”, y Jaime Alvar, por su  estudio sobre las religiones mistéricas que es, con diferencia, el más completo que he leído.

En cuanto a autores de novela histórica, las series de Colleen McCullough y Steven Saylor me enseñaron como dar vida a personas y hechos históricos conocidos. Saylor, sobre todo, consigue integrar de tal forma a su personaje en los acontecimientos que, después de leerlo, cuesta volver repasar ese periodo sin verlo a través de los ojos de Gordiano el Sabueso.

 

Valerio Massimo Manfredi es un maestro, y me encantó la forma de exponer las dos caras de toda historia de Gore Vidal en su Juliano el Apóstata. Pero voy a resumir, que me estoy extendiendo demasiado.  De los novelistas históricos españoles, el primero Benito Perez Galdos y sus Episodios Nacionales, y de los actuales Arturo Perez-Reverte, por su increíble capacidad para transmitir emociones a través de la palabras, y Juan Luis Corral, por su fidelidad a los hechos históricos y lo bien que estructura sus relatos.

En fin, disfrutad leyendo, que es lo realmente importante.

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Sobre el autor

Sergio Geijo

Apasionado de la Arqueología y la Historia Antigua. Divulgador de la Antigua Roma a través de los blog viatorimperi.es y tuslibrosderoma.com. Soy autor del libro “El Muro de Adriano y los Auxilia”.

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